Sobre el frasco de la calma
Por Lenka Kegevic
Mucho he visto sobre el Frasco de la Calma en las redes sociales, con todo tipo de promesas sobre su efecto, por eso, me quiero detener un poco en él:
En general, los niños aún no tienen desarrollada su lenguaje al nivel que le permita expresar sus emociones, entonces, las actúan. En ese contexto, el frasco de la calma es una analogía a la calma de las emociones.
Partamos con cómo hacer este frasco:
Buscar un recipiente de vidrio (o de plástico si temes que el de vidrio se pueda quebrar), llenarlo con agua tibia y brillantina con pegamento líquido transparente o glicerina. Se pueden agregar unas gotas de colorante y otros elementos que resistan el agua, como lentejuelas. Se mezclan. Se sella la tapa. Y listo! Para usarlo, se revuelve, las brillantinas bailan por el frasco y los observamos mientras bajan.
Podemos poner brillantina de 3 colores: uno que represente los pensamientos, otro las emociones y un tercero el comportamiento.
Los expertos sugieren hacer el frasco con los niños, y luego de hacerlo, preguntarles qué cosas creen ellos que podrían revolver el frasco: negativas y positivas. ¿Una pelea? ¿algo que no me resulta?; y positivo: ¿un cumpleaños? ¿una visita de algún amigo?.
Ver qué pasa cuando se revuelve, notando que es difícil ver claramente hacia dónde se dirigen las brillantinas que representan los pensamientos, emociones y comportamiento (o impulsos). Entonces, ¿qué hacer para poder ver claramente de nuevo?, dejar el frasco quieto, tranquilo. Pero hay que tener en cuenta que no podemos apurar la brillantina para que llegue al fondo… sólo podemos mirar y esperar.
Y ojo, el objetivo del frasco no es deshacerse de las emociones, o de los pensamientos, o de los comportamientos o impulsos. Sólo queremos que nos dejen mirar claramente.
Algunas precisiones sobre su uso:
Recurrir al frasco de la calma no funciona como una imposición. Si yo mando a mi hijo a mirar el frasco para que calme sus emociones, es muy probable que no resulte. Es el niño el que debe querer recurrir a él para calmarse o para enfriarse un poco.
Pero hay otro truco. Si queremos que los niños controlen sus emociones, mucho más efectivo que el frasco de la calma, es ver que los adultos controlamos nuestras emociones.
De esta forma, tener nuestro propio frasco (yo tengo uno) o pedir prestado el de nuestros niños para calmarnos nosotros, puede ser una estrategia más potente. Los niños ven que ante una emoción intensa, nosotros pausamos y buscamos ayuda para volver a centrarnos. Eso enseña una forma de manejo emocional que le va a ser útil al niño (y a nosotros) por el resto de su vida.
Si este tipo de cosas no te relajan, busca algún otro elemento que te permite anclar tu atención al momento presente y calmar las emociones “calientes”. Luego de eso puedes (y pueden) abocarse a resolver la situación o el problema. Nunca actuar cuando nuestras emociones (si, nuestras, las de los adultos) nos desborden. Podemos decir o hacer cosas que quizás no diríamos ni haríamos si estuviéramos en frío. No podemos exigirle lo mismo a los niños ya que ellos no tienen su capacidad de auto control desarrollada aún. Pero sí podemos ayudarlos a desarrollarlo y esta es una forma de hacerlo.
Lenka Kegevic
Psicóloga Educacional UC