Enseñar a compartir
Por Ps. Lenka Kegevic
Estás sentado en un café, trabajando en tu computador. Llega alguien y te lo pide. “No, yo lo estoy usando, además el computador es mío”. Pero insiste, y llega otra persona a decirte que hay que compartir y que además ya llevas mucho rato usándolo, y te fuerza a prestarlo. Raro, ¿no? ¿Será que los niños sienten algo semejante cuando los obligamos a compartir?
Ahora imaginate lo siguiente: Un niño juegando, concentrado y pasándolo bien. Viene otro niño y quiere su juguete. El niño dice que no. Se acerca un adulto y dice “vamos a compartir los juguetes” o “ya has jugado con eso harto rato, ahora le toca a ella”. ¿Qué siente el niño? Que compartir no se siente bien porque no le gustó que se llevaran el juguete cuando estaba pasándolo bien. Fue el adulto el que decidió compartir. No el niño.
Los niños sienten que cuando los hacen compartir les están obligando a renunciar a algo, por lo que la meta sería que experimentaran el acto de compartir como algo positivo con los sentimientos positivos que provoca hacer a alguien feliz.
¿Qué aspectos entran en juego a la hora de compartir?
Primero, y siempre, uno de los elementos más importantes del aprendizaje, es el modelo de los adultos. Niños que se mueven en ambientes donde se promueven instancias para compartir, ven a sus padres compartir con ellos y con otros, y se les enseña verbal y no verbalmente el valor de compartir, probablemente tendrán más conductas de compartir. También ayuda explicitar cuando compartimos con ellos: vamos a comernos esta manzana y la vamos a compartir, esto para ti y esto para mí, así comemos los dos; yo comparto contigo los bloques verdes y tu compartes conmigo los rojos.
Los adultos debemos comprender que al igual que a nosotros no nos gusta compartir TODO lo que tenemos, los niños también tienen derecho a decidir no compartir sin ser juzgados. Siempre podemos escuchar las razones que los niños tengan para no compartir: “es que es mi juguete favorito”, “es que ese niño se lo quiere llevar a su casa”, “es que no me lo va a devolver”, “es que cuando yo le pedí que me prestara su juguete él me dijo que no”. Todas razones atendibles y válidas. Algunas podrán ser respondidas con una explicación que elimine el susto de que su juguete al ser prestado no será devuelto, otras simplemente tienen que ser atendidas.
Los niños tienen derecho a tener ciertos juguetes que no les gusta compartir. Ante estas situaciones, siempre podemos llevar juguetes extra que el niño le cueste menos compartir, al mismo tiempo que cuidar los que siente que son sus objetos más personales y preciados.
Debemos enseñar a nuestros hijos a respetar sus deseos, por lo tanto, si le piden un juguete, NO es una respuesta perfectamente legítima, pero los adultos tenemos una cosa con eso: cómo no va a compartir, qué va a pensar la otra mamá, va a ser un adulto egoísta, he creado un monstruo. Pero si queremos criar un niño que sepa respetarse, debemos respetar cuando diga que no, escuchar sus razones, validarlas y apoyarlos. Y también ayudarlos a tolerar la frustración que significa cuando a ellos a los que les dicen que no, y de la misma forma enseñarles a respetar esta respuesta de parte de otros. No pueden tener todo lo que quieran. Así no funciona el mundo, además no vamos a estar siempre nosotros con ellos para ayudarlos a lograr lo que quieren (por ejemplo, las mamás que intervienen pidiendo ellas las cosas a otros niños porque sus hijos las quieren. Podemos hacer esto en determinadas situaciones, pero deberíamos dejar que nuestros hijos se manejen mientras puedan sin nuestra ayuda, aunque con nuestra observación cercana).
Entonces, cuando a mi hijo le pasa eso, y se acerca a contarme la historia, en lugar de mandar mensajes del tipo: “parece que su mama no le enseñó a compartir”, o “vámonos Kiko, no te juntes con esta chusma”, trato de hacerlo comprender que no se puede tener todo lo que uno lo que uno quiere solo porque lo quiere, que hay que respetar a los otros, que a veces él tampoco quiere compartir y que cuando se siente así no le gustaría que le quitaran sus juguetes, etc.
Hay tantas formas de ver el asunto: ¿queremos que compartan porque tienen ganas de compartir? porque nadie quiere que comparta porque no es capaz de defender lo que quiere, ¿o si?
Por eso, quizás, más que obligar a compartir, podemos invitarlos a tomar turnos, y ojalá que el turno se demore lo que el niño que tiene el juguete, quiera: “cuando termines de usar eso se lo pasas a tu amiga?, ¡muchas gracias!”. De esta forma podemos enseñarles que lo hagan incluso si es que no estamos nosotros mirándolos. Si los dejamos por el tiempo que necesitan, no sentirán que les quitamos el juguete cuando nosotros consideramos que están listo. Cuando esto pasa, los niños se vuelven más ansiosos y menos dado a compartir ya que asocian el compartir como una experiencia desagradable en la que pierden un momento y un objeto que estaban disfrutando. Con la otra aproximación no existe la preocupación de perder el juguete ya que lo uso por el tiempo que quiero. Y bueno, si se demora mucho, podemos recordarle “acuérdate que Pedro está esperando que desocupes el juguete, ¿ya?”, promoviendo así la comprensión del punto de vista de otros y la empatía.
Si respetamos los NO de los niños y ellos son capaces de decir que no a los niños que quieren quitar sus juguetes, ponen límites al otro niño, responden asertivamente y se respetan a sí mismo. ¿Han pensado cuántos de nosotros, los adultos, tenemos problemas para decir que NO y poner límites? Y cuando el niño entrega el juguete, una vez que dejó de jugar con él, ambos niños, el que entrega y el que recibe, sienten los buenos sentimientos que derivan del compartir. Y van dando ganas de repetirlo, porque se sintió bien.
¿Y cuando a nuestro hijo le toca esperar? Es difícil, si, y es ahí donde nosotros tenemos un rol en ayudarlos a esperar. Puede ser ayudarlo a encontrar algo más que hacer mientras espera, o acompañar la frustración que significa la espera o el NO.
Aclaro que no estoy en contra de la generosidad, muy por el contrario. Pero si creo que la forma tradicional de fomentarla, no produce los resultados deseados.
Ojo también que a veces nuestras expectativas exceden lo que nuestros hijos pueden lograr y estamos gobernados por la proyección de que, si nuestro hijo no comparte hoy, crecerá para ser un adulto egoísta y egocéntrico (lo que yo llamo, el salto cuántico de la crianza).
Hasta los 3 años, es difícil que un niño comparta. Naturalmente sienten que son el centro del universo, por lo que solo podemos darles experiencias y modelos de compartir. Luego de esa edad pueden comprender, pero igual puede molestarles de sobremanera compartir. En edad prescolar pueden comprender más, aun cuando les siga costando compartir. Podemos hablarles del valor de la justicia y de los sentimientos de los otros o el punto de vista de los otros para promover el compartir. Pero recordemos que a esta edad aún es difícil que entiendan realmente los puntos de vista y emociones de otros, por lo que debemos mantener expectativas realistas. Al comenzar el colegio comprenden que los otros tienen sentimientos diferentes a los propios por lo que pueden comprender mejor el compartir, pero todavía les cuesta compartir sus juguetes favoritos.
También recordemos que es difícil determinar una edad en la que el/la niña ya están en etapa de compartir ya que los ritmos de desarrollo de cada niño, sus características de personalidad y sus estilos de crianza varían. Los adultos debemos aprender a respetar los ritmos de los niños.
Qué podemos decir y hacer:
- Reforzar conductas en las que veamos que comparten.
- Preguntarles cómo se sienten cuando alguien comparte con ellos.
- Podemos prepararlos para situaciones en las que van a tener que compartir: cuando vayas a la casa de tu primo, vas a compartir sus juguetes con él, y nosotros llevamos los nuestros para que compartas también. Siempre respetando si hay algún juguete que quieran mantener con ellos: si no quieres compartir tu peluche está bien, pero el resto de los juguetes los compartimos. Incluso podemos guardarlos para que nuestro hijo o hija esté tranquila.
- “Puedes jugar hasta que estés listo”.
- “¿Terminaste tu turno?”
- “¿Te gustó que tomara tu juguete? Pídele que no lo haga”.
- Puedes decirle a tu hija/o que diga: “no he terminado, puedes jugar cuando termine”.
- “El otro niño está usando su turno. Cuando termines, puedes tener tu turno”.
- “Veo que Pedro aún está usando el camión”.
- “Vas a tener que esperar, no puedes quitárselo de las manos”.
- “¡Qué difícil es esperar!”
- “¡Estás muy enojado! Realmente querías jugar con el camión ahora”.
- “Puedes estar enojado, pero no te puedo permitir quitar el juguete”.
- “¿Le vas a avisar a Juan cuando estés listo?”
- “Veo que ya no estás usando el caballo. Anda a buscar a Jose. Recuerda que está esperando su turno”.
Suerte en esta tarea, y si necesitas apoyo, puedes contactarme. Un abrazo!
Ps. Lenka Kegevic
Psicóloga UC