Celebrando las fortalezas

Por Lenka Kegevic

Nuestra sociedad y nuestra educación pasa demasiado tiempo corrigiendo déficit en los niños. Que a nosotros nos se nos olvide potenciar las fortalezas.

Esto me lo dijo la psicóloga Mónica Serrano, española, con la que estoy haciendo una certificación en Maternidad Feliz, Crianza Respetada. Para mí fue un click. No me había detenido a pensar en eso en profundidad, tampoco en el impacto que puede tener.

Tenemos especialistas y todo tipo de apoyo para lo que sea que los niños estén al debe. ¿Y lo que hacen bien? ¿Cómo lo potenciamos si es que no va directamente orientado a lo que el colegio / sociedad busca?

Cuando integré esta idea, tuve un cambio de prisma en la comunicación con mis hijos. Empezar a reforzar con más ganas lo que hacen bien, aún cuando, erróneamente haya pensado que no fuera funcional. Todo es funcional a lo que cada uno de ellos es.

Ver que corregir menos y admirar, reforzar, gozar, elogiar y abrazar más, va más allá de lo que recomiendan los libros de crianza, o los profesionales como yo. Es romper Con un sistema educativo que mira la mitad vacía del vaso, al menos en mi casa.

Uso otra idea de esa clase con Mónica: el mundo les va a proveer de suficientes oportunidades de frustración. No necesito crear frustraciones artificialmente para que aprendan a tolerarla. Mejor los acompaño, apoyo y guío en las que el mundo ( universo, destino, vida) les vaya mostrando.

Constantemente nos llegan mensajes del tipo “si le das a tu hijo todo lo que quiere, vas a crear a un pequeño tirano”. Suena rudo. Todos pensamos “¿estaré haciendo eso?”. El mensaje está mal dado.

Un niño que no tienen límites claros, definidos, consistentes y puestos en un ambiente de seguridad y cariño, al que además se le da todo lo que pide para evitar pataletas, suplir ausencias o cosas por el estilo, quizás será un pequeño tirano. Puesto en positivo: ¡dale a tus hijos todas las oportunidades de éxito que puedas! ¡No los frustres artificialmente!. Y acompaña esto de límites que regulan la convivencia y el ambiente. Todo en un contexto de cariño, donde los niños se sienten seguros, aceptados, validados, y por sobre todo, sienten que son capaces de lograr cosas, sienten que son exitosos.

Imagen: Alberto Montt

Lenka Kegevic

Psicóloga Educacional UC

Sobre el frasco de la calma

Por Lenka Kegevic

Mucho he visto sobre el Frasco de la Calma en las redes sociales, con todo tipo de promesas sobre su efecto, por eso, me quiero detener un poco en él:

En general, los niños aún no tienen desarrollada su lenguaje al nivel que le permita expresar sus emociones, entonces, las actúan. En ese contexto, el frasco de la calma es una analogía a la calma de las emociones.

Partamos con cómo hacer este frasco:

Buscar un recipiente de vidrio (o de plástico si temes que el de vidrio se pueda quebrar), llenarlo con agua tibia y brillantina con pegamento líquido transparente o glicerina. Se pueden agregar unas gotas de colorante y otros elementos que resistan el agua, como lentejuelas. Se mezclan. Se sella la tapa. Y listo! Para usarlo, se revuelve, las brillantinas bailan por el frasco y los observamos mientras bajan. 

Podemos poner brillantina de 3 colores: uno que represente los pensamientos, otro las emociones y un tercero el comportamiento.

Los expertos sugieren hacer el frasco con los niños, y luego de hacerlo, preguntarles qué cosas creen ellos que podrían revolver el frasco: negativas y positivas. ¿Una pelea? ¿algo que no me resulta?; y positivo: ¿un cumpleaños? ¿una visita de algún amigo?.

Ver qué pasa cuando se revuelve, notando que es difícil ver claramente hacia dónde se dirigen las brillantinas que representan los pensamientos, emociones y comportamiento (o impulsos). Entonces, ¿qué hacer para poder ver claramente de nuevo?, dejar el frasco quieto, tranquilo. Pero hay que tener en cuenta que no podemos apurar la brillantina para que llegue al fondo… sólo podemos mirar y esperar.

Y ojo, el objetivo del frasco no es deshacerse de las emociones, o de los pensamientos, o de los comportamientos o impulsos. Sólo queremos que nos dejen mirar claramente.

Algunas precisiones sobre su uso:

Recurrir al frasco de la calma no funciona como una imposición. Si yo mando a mi hijo a mirar el frasco para que calme sus emociones, es muy probable que no resulte. Es el niño el que debe querer recurrir a él para calmarse o para enfriarse un poco.

Pero hay otro truco. Si queremos que los niños controlen sus emociones, mucho más efectivo que el frasco de la calma, es ver que los adultos controlamos nuestras emociones.

De esta forma, tener nuestro propio frasco (yo tengo uno) o pedir prestado el de nuestros niños para calmarnos nosotros, puede ser una estrategia más potente. Los niños ven que ante una emoción intensa, nosotros pausamos y buscamos ayuda para volver a centrarnos. Eso enseña una forma de manejo emocional que le va a ser útil al niño (y a nosotros) por el resto de su vida.

Si este tipo de cosas no te relajan, busca algún otro elemento que te permite anclar tu atención al momento presente y calmar las emociones “calientes”. Luego de eso puedes (y pueden) abocarse a resolver la situación o el problema. Nunca actuar cuando nuestras emociones (si, nuestras, las de los adultos) nos desborden. Podemos decir o hacer cosas que quizás no diríamos ni haríamos si estuviéramos en frío. No podemos exigirle lo mismo a los niños ya que ellos no tienen su capacidad de auto control desarrollada aún. Pero sí podemos ayudarlos a desarrollarlo y esta es una forma de hacerlo.

Lenka Kegevic

Psicóloga Educacional UC

El frasco de la gratitud

Por Lenka Kegevic

Una amiga lo hizo para Navidad, ahora lo veo en las redes sociales. Aprovecho de contárselos por si alguna no lo ha visto.

Una linda de forma de terminar el año y comenzar uno nuevo es buscar un frasco, ojalá adornarlo en familia, dejarlo en un lugar visible. Cada vez tengamos un momento bonito, algún logro de alguien de la familia, algo por lo que dar gracias (por pequeño que sea), lo escribimos en un papel, o le pedimos a los niños que lo dibujen o escriban, y lo metemos al frasco.

Solo imagínense las emociones que puede provocar leer todas las cosas lindas que nos pasaron en el año, relatadas en el minuto en que pasaron! Después esos papelitos van a ser un lindo tesoro familiar!

Una buena forma de evocar emociones positivas en familia, de destacarlas, de motivar la gratitud, puras cosas buenas!
Quién se anima a implementarlo?

Lenka Kegevic

Psicóloga Educacional UC

Escuchar a los niños

Por Lenka Kegevic

Ay la felicidad. Quién no quiere eso para sus niños? Hoy y siempre! En los talleres los asistentes siempre comentan que para sus hijos quieren: que sea feliz. Si bien el ser feliz puede ser algo subjetivo y tener varias interpretaciones, de la misma forma hay varias formas de apoyar a los niños para que la alcancen, especialmente para que crezcan para ser adultos felices.

Hoy me voy a concentrar en una, diaria, cotidiana, que ocurre varias veces al día: escuchar.

Lo primero que hay que tener en mente es que si tu escuchas atenta, activa y afectivamente las pequeñas cosas que tu hijo/a pequeño te cuenta hoy, es altamente probable que éstas serán las cosas más grandes que tu hijo más grande, te contará mañana (si es que siente que fue escuchado activa, atenta, y afectivamente).

Lo segundo es el peligro del piloto automático. El piloto automático es el que responde por nosotros cuando no estamos realmente poniendo atención a lo que hacemos (manejando, por ejemplo), o a lo que nos dicen. Y los niños se dan cuenta de esta des-concentración y des-conexión. Cuando este se convierte en el estilo de comunicación, afectará la confianza de tu hijo hacia a ti, y hacia si mismo, y de esta forma impactará en su felicidad en general.

Entonces escucha hoy, está presente hoy y nutre una comunicación fluida y cercana, sin importar lo cercano y cotidiano del relato. La Princesita Sofía, o Marshall de Paw Patroll, lo que hizo con los legos, el puzzle que armó, la torre de bloques, el dibujo recién hecho, pueden ser tan importantes para tu hijo como para ti el mercado accionario, así que a invertir!!!

Lenka Kegevic

Psicóloga Educacional UC

Con niños pequeños, ¡es difícil programar!

Por Lenka Kegevic

Con una guagua, las cosas no siempre (o casi nunca, para ser honestos) resultan como lo planificamos.

Imaginemos la siguiente escena: Tenemos un bebé de pocos meses. Pueden visualizarlo? Las que lo tienen no necesitan imaginarlo, lo viven día a día. Pero las que tenemos hijos mas grande tendremos que intentar recordar.
Tenemos planificado actividades, de cualquier tipo. Terminamos de armar el bolso, ese bolso gigante con el que salimos cada vez que cerramos la puerta de la casa, en especial cuando se trata de la primera guagua, y en el que metemos la vida entera aunque la salida sea de 1 hora (por si hace frío, por si hace calor, por si tiene hambre, por si tiene sed, por si le da sueño, por si se hace, por si se hace de nuevo, por si vomita, por si se aburre, por si llueve (en enero), y así….).

Entonces, malos olores… hay que mudar…lo hacemos… pero ahora parece que tiene hambre. Ok. Lo alimentamos. Y bueno, la consecuencia lógica de la naturaleza digestiva es que hay que volver a cambiar el pañal que le pusimos hace menos de 30 minutos. Pero esta vez es con escándalo: hay que cambiar pañal, pilucho, patitas, polera, pantalones… y toda esa cantidad de ropa que le ponemos a la primera guagua (ciertamente otro tema es el sobre abrigo, del que me confieso esclava). Pero esta vez no sólo hay que mudar Y cambiar de ropa, si no que además hay que bañarlo porque las consecuencias naturales de la alimentación le llegaron hasta las orejas. Con todo lo que implica bañar el poto, y todo lo que la rodea, de un bebé pequeño, especialmente cuando es la primera guagua!

Bien, ahora a secar y vestir… ¿ahora si lograremos salir? Parece que si… y ¿vamos de acuerdo a lo que teníamos planificado? mmmm…. si… con 1,5 hora de atraso!

Alguien se siente identificada?
Bueno! así es, y va a ser por un rato, el calendario de una mamá. Y el que nos espera con horario, deberá entenderlo.

Lenka Kegevic

Psicóloga Educacional UC

¡Tiempo fuera! ¡No doy más!

Por Lenka Kegevic

Si, a veces sentimos que es imposible hablar por teléfono tranquilas hasta que cumplan la mayoría de edad… si, a veces sentimos que es imposible hacer cualquier otra cosa además que criar…
En algunos casos más, en algunos casos menos, pero todas lo hemos sentido.

Cuando nos encontremos a nosotras mismas con la cara y la actitud que se ve en la fotografía, es hora de dar un time out.
Pero no se confundan, el time out es para nosotras. Un tiempo fuera para respirar, para re centrarnos, para pensar qué necesitamos, realistamente, en esos momentos: ¿pedir ayuda? ¿un café? ¿una ducha? ¿mirar una foto de nuestros hijos y volver a conectarnos con que somos lo más importante para ellos y este es el mejor y más importante trabajo del mundo? ¿sentir lo que sentimos son juzgarnos? ¿poner en perspectiva lo que nos hace sentirnos así y mirarlo con compasión y sin juicio?

Los tiempos fuera nos ayudan a bajar un poco la intensidad de la emoción. De esta forma, estamos más centradas para poder mirar la situación desde otro punto de vista y tomar medidas que nos ayuden a sobrellevar lo que estamos sintiendo en ese momento.

Pero por sobre todo intentar bajar los juicios. Si podemos poner los sentimientos de agobio en el lugar que tienen: momentos que vienen y se van, podemos reducir nuestra sensación generalizada de sobrepasadas. Si no es así, y realmente nos sentimos agobiadas todo el día, es hora de pedir ayuda. No necesariamente profesional, a la pareja, a los padres, a las amigas…. a veces sólo necesitamos una palabra de aliento, un gran abrazo, y un par de manos extra a la hora de comida de vez en cuando.

Abrazos apretados,

Lenka Kegevic

Psicóloga Educacional UC

Me imagino… yo también

Por Lenka Kegevic

Me imagino que echas de menos dormir más. Yo también!

Me imagino que te encantaría que los juguetes se ordenaran solos. O que tus hijos los ordenaras sin que tú tuvieras que intervenir! A mí también.

Me imagino que a veces te dan ganas de salir de improviso a tomar algo con tus amigos sin tener que planificar tanto. A mí también.

Me imagino que te gustaría poder poner tu cerebro en reposo y no tener que preocuparte de nada y si no quieres levantarte, no hacerlo. Si no quieres vestirte, no hacerlo. Si no quieres almorzar, no hacerlo. A mí también.

¿Pero sabes? Ya habrás escuchado que todo este cambio de prioridades vale la pena. Que una sonrisa, un te quiero, un abrazo, una mirada, lo pagan todo.

También hay otra cosa, que quizás también has escuchado, pero que nadie lo asimila hasta que pasa: esta etapa es más corta de lo que nos imaginamos.

Siento que no me voy a dar cuenta cuando va a llegar el día en que voy a poder salir, en que no voy a tener que ordenar tanto, en que quizás no me tenga que preocupar del almuerzo de todos, o que podré dormir una buena siesta. Y que cuando llegue ese día, voy a echar mucho de menos los días en los que tenía que hacer todas estas cosas.

Quizás me voy a arrepentir de haberme quejado tanto. De no haber disfrutado más incluso los momentos no tan buenos. De no haber aprovechado más cada segundo con mis hijos chicos.

Porque si hay algo que creo que aunque se repite mucho, no deja de ser cierto y hay que escuchar, es que crecen muy rápido. Mucho más rápido de lo que me estoy dando cuenta. De lo que soy capaz de asimilar. Y quizás, de lo que me gusta.

Así como el olor a guagua se pierde para no volver en un abrir y cerrar de ojos, lo mismo ocurrirá con esta época en que uno lo es todo para ellos. Aprovecha de serlo. Ya habrá tiempo para el resto.

Lenka Kegevic

Psicóloga Educacional UC

Para enseñar a disfrutar, ¡¡disfruta!!

Por Lenka Kegevic

Los niños son muy buenos imitando (a veces no son tan buenos escuchando), pero lo que no les sale tan fácil por un tema de desarrollo, es filtrar lo que deben imitar y lo que no deben imitar.
Por esto, somos los adultos los que debemos entregar modelos imitables a nuestros hijos en todos los aspectos de la vida ya que ellos están siempre mirando… aún cuando parezcan no estarlo.
Esto nos pone una gran exigencia a nosotros, y si bien es imposible estar 24/7 atentos a entregar el mejor ejemplo, ya que, enfrentémoslo, somos humanos, sí debemos buscar tener un estilo de modelo saludable.

Por eso, en Criando Positivo creamos estas lindas imágenes para recordarnos algunas cosas en las que podemos, cotidianamente, poner atención a los ejemplos que le damos a los niños. Como dicen por ahí: en las pequeñas grandes cosas.

Hoy es el turno del goce, del disfrute. Si los niños ven que los padres le dedicamos un tiempo, por breve que sea, y le otorgamos importancia a hacer cosas que nos gustan (estar con amigos, pintar, cantar, cocinar, deporte, aire libre, juegos, la lista es interminable), ellos interiorizarán que es importante buscar y resguardar espacios de disfrute personal. Hacer cosas que ellos disfruten será algo que formará parte de su cotidianidad y al crecer lo seguirán valorando y ojalá, cuidando.

Así que la tarea para nosotros es grande: ¿tenemos alguna actividad que disfrutamos? ¿le dedicamos el tiempo suficiente? ¿nos sentimos satisfechos al respecto? ¿tendremos que hacer algún ajuste en cómo estamos distribuyendo nuestro tiempo?
A pensar y a ponerse en acción!

Por esta razón es importante reaccionar  de una  manera efectiva para poder lidiar con esta situación de la mejor manera. “Como sociedad tendemos a negar y evitar las emociones que nos parecen incómodas. A veces proyectamos nuestra propia incomodidad en las vivencias de los niños,  y los retamos cuando lloran, o minimizamos la causa de la rabia, o anulamos y cambiamos de tema. Con estos comportamientos estamos trasmitiendo que esas emociones no son válidas, o no son aceptadas. Y ¿cuál es el problema? Que los niños, y nosotros, sentimos emociones placenteras, pero también sentimos las displacenteras. Y no las sentimos por elección, simplemente las sentimos. Por lo tanto, debemos asumirlas como emociones tan válidas como la alegría”.

Lenka Kegevic

Psicóloga Educacional UC

12 tips para clamar a nuestros hijos en momentos de rabia

Por Lenka Kegevic

Comparto con ustedes la nota que hice para Revolución Mamá. Espero que les guste.

Conoce 12 tips para poder controlar la rabia en niños,  que por muy negativo que parezca,  trae cosas positivas en el ser humano.

Cuando nos llaman del colegio o del jardín para decirnos que nuestro hijo tuvo un acto de agresividad, nos baja una angustia terrible, nos sentimos culpables y frustrados como padres,  y no sabemos cómo manejar la situación.

La mayoría de las veces no reaccionamos de una manera efectiva y nos quedamos en la justificación de los hechos, porque, “como padres, no nos gusta ver que nuestros hijos vivan emociones que parecen hacerlos sentir incómodos, o que a nosotros mismos nos incomodan. Por esto, tendemos a tratar de evitarlas, o tratar de “se les pasen” lo más rápido posible. Para esto usamos diferentes estrategias. Lo que no sabemos es que muchas de estas estrategias pueden llevar a que nuestros hijos no sepan lidiar con sus propias emociones en el futuro a corto y largo plazo, dice  Lenka Kegevic, quién es Psicóloga de la UC, Directora Criando Positivo y realiza Asesorías a padres en temas de maternidad y crianza.

Por esta razón es importante reaccionar  de una  manera efectiva para poder lidiar con esta situación de la mejor manera. “Como sociedad tendemos a negar y evitar las emociones que nos parecen incómodas. A veces proyectamos nuestra propia incomodidad en las vivencias de los niños,  y los retamos cuando lloran, o minimizamos la causa de la rabia, o anulamos y cambiamos de tema. Con estos comportamientos estamos trasmitiendo que esas emociones no son válidas, o no son aceptadas. Y ¿cuál es el problema? Que los niños, y nosotros, sentimos emociones placenteras, pero también sentimos las displacenteras. Y no las sentimos por elección, simplemente las sentimos. Por lo tanto, debemos asumirlas como emociones tan válidas como la alegría”.

La agresividad es  una fuerza interna que surge de nosotros para dar respuesta a diferentes situaciones que nos molestan e  incomodan, nos producen tensión, y enojo. La Directora de  Criando Positivo nos entrega 12 tips para que nuestros hijos puedan controlar de la mejor manera esa  sensación de frustración ¡Pon atención!

Mantener la calma nosotros: Los adultos: Nuestra propia incomodidad frente a la rabia de nuestros hijos no nos va a ayudar a acompañar a nuestros hijos a transitar por este estado emocional. Entonces, debemos intentar, por un lado, dejar nuestras emociones de lado para enfocarnos en el niño, y por el otro lado, aplicar el consejo que viene a continuación.

Comprender que la rabia es una emoción: Tal como la alegría, la pena, la sorpresa, el miedo, el enojo, la vergüenza, entre otras. Se trata de una emoción que nos hace sentir incómodos, o una emoción de disforia y por eso queremos que nuestros hijos no la sientan,  o la sientan lo menos posible. Pero si la vemos con una emoción más, comprendemos que todas las emociones son válidas, que no hay emociones malas, por lo tanto, merece ser sentida. Si proyectamos, la rabia es una emoción que eventualmente va a sentir. Todos sentimos rabia en algún momento de nuestra vida, por lo que es mejor que la conozcan y entiendan lo que les está pasando desde chicos.

No enganchar: No va a dejar de sentir rabia porque nosotros le digamos que ya basta, lo retemos, o consideremos que no es para tanto. Con esto, sólo lograremos que no se sienta cómodo con lo que está sintiendo. Porque nos guste o no, siente rabia y no puede evitarlo.

Las emociones no se eligen: Simplemente se sienten. Por lo tanto, solo nos queda empatizar con ellas.

Ver de dónde viene la rabia: Podremos contener y empatizar mejor si es que conocemos lo que provoca: ¿”te dio rabia que tu amigo no te diera de sus dulces?” “Al parecer te dio rabia que ese niño te pegara, aunque haya sido sin querer…”

Etiquetar la emociónEsto quiere decir ponerle un nombre a lo que está sintiendo el niño: eso que estas sintiendo se llama rabia. Podemos complementar contándoles que nosotros también hemos sentido rabia, y podemos ejemplificar alguna situación. El paso de etiquetar y nombrar la emoción, junto con la empatía y aceptación de ésta, es fundamental para que los niños comprendan y se familiaricen con su propio mundo emocional. Conozcan lo que sientan y comiencen a identificar, ellos y nosotros, qué gatilla estas emociones. Hay quienes sienten rabia cuando no logran lo que quieren, otros cuando se les dice que no, otras en ambas, otras en ninguna.

Presentarnos como un espacio de contención: Cuando no juzgamos la emoción, podemos acoger a nuestro hijo en lo que está sintiendo. Mostrarnos como un espacio seguro al que puede recurrir cuando emociones intensas e incómodas aparezcan. Destaco dos elementos en este consejo: espacio seguro, es decir en el que el niño se sienta fuera de peligro; y de contención: donde se acepte lo que siente ¿“Quieres un abrazo?” ¿“Te acompaño mientras me necesites”?

Enseñar estrategias de calma, luego de empatizar y etiquetar: Frasco de la calma, música, respiraciones o incluso distracciones. Los abrazos también sirven para este propósito.

Comprender nosotros y trasmitir a los niños, que las emociones son transitoriasAún cuando sintamos que esta rabia la vamos a tener por siempre, esto no es así. Eventualmente bajara de intensidad o dejaremos de sentirla.

Nuestro rol es acompañar estos estados: Ayudarlos a transitar por estas emociones de manera que puedan resolverlas de forma constructiva y comprendan su propio mundo emocional. Mientras más acompañemos a nuestros hijos, empatizando con la emoción y etiquetándola, menos tiempo pasarán nuestros hijos en estados emocionales displacenteros. La rabia, como dije antes, es una emoción más, que va a sentir muchas veces en la vida. No hay que negarla, hay que aprender a gestionar los comportamientos asociados a ella. Todas las emociones son válidas y bienvenidas. Todas tienen su rol en el desarrollo y el crecimiento. Si las negamos cuando los niños son pequeños, cuando vayan creciendo no sabrán qué les ocurre ni qué hacer con lo que sienten o se juzgarán duramente por sentir lo que no les han permitido sentir. No tendrán estrategias adaptativas para gestionar su rabia.

La emoción no se elige, pero el comportamiento sí: Hacer todo lo anterior no quiere decir que los niños pueden hacer lo que quieran al amparo de que sienten rabia. Cuando es necesario, debemos limitar la acción, aún cuando comprendamos de dónde viene. ¿“Parece que te dio rabia que ese niño te pegara? Aunque fuera sin querer. Pero no está bien que le hayas pegado tu después”.

Aprendamos a lidiar con nuestra propia rabia: No hay mejor enseñanza de los padres que la que se da a través del modelaje, es decir, de lo que somos y de lo que hacemos. Si nosotros explotamos a gritos cada vez que sentimos rabia, sin explicación, es altamente probable que, aunque hagamos todo lo anterior, nuestros niños repitan lo que ven en nosotros.

Por lo tanto, la invitación es primero a mirar nuestra relación con la rabia, y con las emociones que no nos parecen del todo cómodas a la par de intentar apoyar a nuestros hijos.

No dejemos que nuestros hijos repriman este sentimiento. Se puede utilizar como una herramienta positiva en su vida, siempre y cuando se canalice de buena forma.

Lenka Kegevic

Psicóloga Educacional UC

Siembra, luego cosecha

Por Lenka Kegevic

Hace algunos días mi hijo mayor se quejaba por algo que le había hecho su hermano chico. entonces yo le comenté que estaba cosechando lo que sembró. Qué él le mostró primero ese comportamiento y ahora su hermano chico lo aprendió y lo repite. Entonces le explicaba que cuando uno sembraba algo, esperaba ver crecer lo que sembró. Cuando siembras semillas de limones, esperas ver crecer un árbol de limones; cuando siembras lechugas, esperas ver crecer lechugas.

Mientras le explicaba esto, mi “yo” subliminal me repetía de forma bastante insistente “escúchate, escúchate”. Y si. Me tuve que escuchar. Y aunque escuché mucho cargo de conciencia, creo que el trabajo real está ahí. Primero dejar de escuchar para empezar a actuar. O sea, sembrar lo que quiero ver crecer.

Y segundo, descubrir y regar lo que ha crecido que es bueno. Ratito después por algo me enoje y me mire y me dice “respira mamá, tranquila. ¿Quieres un beso?” ¡Esa siembra es mía! Qué maravilla. ¡Tengo que continuar regando eso que ya está creciendo!

Aprecio y agradezco estas cosechas, y no le restan importancia ni protagonismo al trabajo que se viene ahora: sembrar consistentemente lo que quiero ver crecer en mis hijos.

Tremendo desafío, tremendo trabajo, tremendo privilegio, tremenda oportunidad. ¿Te unes?

Lenka Kegevic

Psicóloga Educacional UC

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